La logística, el almacenaje o el retail son industrias donde la tecnología RFID se ha introducido rápidamente. Estas etiquetas se imponen como una alternativa más completa frente a los tradicionales códigos de barras de los productos. Su funcionamiento, mediante chips, permite rastrear o identificar artículos a distancia.
Aunque las etiquetas RFID no puedan reemplazar a los medios más tradicionales, este recurso ofrece ventajas como la visibilidad y trazabilidad sobre el tratamiento de la mercancía. Sobre todo, a la hora de trabajar con alimentos que corren el riesgo de desperdiciarse. De hecho, solo en España se generan cada año 1,7 millones de toneladas de desechos, según Zebra Analytics.
Qué se entiende por RFID
Las siglas RFID hacen referencia a Radio Frequency Identification o “identificación por radiofrecuencia”, en español. Una forma sencilla y práctica de detectar un artículo de forma inalámbrica, y así protegerlo de pérdidas y robos garantizando su control. El valor añadido de esta tecnología ha permitido a los operadores logísticos tener visibilidad y trazabilidad sobre las unidades de venta que están manejando.
Una vez identificado el artículo, estos dispositivos permiten codificar gran cantidad de información de él a lo largo de toda la cadena de suministro. Partiendo desde el proveedor de materias primas, hasta la llegada del producto al punto de venta empleando la radiofrecuencia. Asimismo, facilitan la gestión del stock, reposición y clasificación de las mercancías.
Este mecanismo funciona gracias a la integración de un chip y una antena que se comunican de forma inalámbrica con un lector RFID. Lo que le convierte en una herramienta poderosa para la logística. Además, estas pegatinas pueden almacenar y transmitir información variada, desde números de serie hasta datos de origen y destino de los pedidos.
¿Cómo funcionan las etiquetas RFID?
Para comprender cómo funciona el sistema RFID es necesario conocer previamente los tipos de etiquetas que existen: las activas y las pasivas. La distinción depende de si tienen su propia fuente de alimentación o no.
Por un lado, las etiquetas activas son más costosas (debido a la calidad de su transmisor), y de mayor tamaño. Además, ofrecen rangos de lectura más amplios y a altas velocidades. Su equipamiento consiste en una batería que permite que funcionen por sí solas. Esta pila activa los circuitos integrados en la etiqueta y transmite constantemente una señal.
Por otro lado, las etiquetas pasivas son las más comunes, de menor tamaño y más económicas que las activas. No tienen fuente de alimentación propia, por lo que se activan con la energía de la onda creada por la antena y el lector RFID. Esta característica hace que sean sistemas de corto alcance y su rango de lectura sea limitado.
En instalaciones de RFID pasivo, se debe estudiar con detalle la ubicación de las antenas. Ciertos materiales o la propia infraestructura del almacén pueden generar interferencias.
En ambos casos, cuando el terminal lee la etiqueta correctamente, los datos son procesados por el lector y enviados a un host equipado con un software que permite reconocer la información que recoge la etiqueta.
Al igual que las pasivas, las semi-pasivas se activan con la señal que este recibe del lector RFID. Tienen un rango de lectura más elevado, por lo que la información que procesa y almacena es mayor.
Aplicaciones de las etiquetas RFID
En un contexto cada vez más complejo donde el almacén demanda más agilidad, pero sin caer en errores, las etiquetas RFID facilitan la trazabilidad de los artículos en cada fase del proceso logístico. Desde el seguimiento de la mercancía hasta la inspección de los vehículos que acceden a la instalación. Un ejemplo es el control de la información en la recepción de mercancías, donde la tecnología RFID dota de seguridad y rapidez a la entrada y salida de los productos.
De hecho, con un SGA y un ordenador conectado a terminales de radiofrecuencia, se puede tener visibilidad de la disponibilidad del stock en tiempo real. De esta manera, todos los integrantes de la cadena de suministro podrán tener un seguimiento de los procesos en todo momento.
Sin embargo, una fase donde el sistema RFID no resulta factible es el picking, ya que el lector recibe señales que alteran la lectura y desembocan en pedidos erróneos. No obstante, se están probando soluciones alternativas.
Otra de las industrias donde tienen cabida las etiquetas RFID es la cadena de frío. A diferencia de los tradicionales códigos de barras, el chip que lleva adherido para recoger información puede controlar la temperatura de los productos más sensibles, por ejemplo, los alimentos perecederos. Esto posibilita que se envíe una alerta en caso de detectar intervalos fuera del rango normal que pongan en peligro su integridad.
La tecnología RFID ha demostrado ser una herramienta transformadora para el sector: optimiza la eficiencia operativa, mejora la visibilidad de la supply chain y reduce los costes. Las capacidades de rastreo en tiempo real y gestión de los inventarios abren el camino hacia una logística más ágil y adaptable.
La gran amplitud de usos y beneficios que ofrece la aplicación del RFID, puede significar una gran diferencia con la competencia. Un recurso que posiciona a las empresas para afrontar los desafíos actuales del mercado con mayor agilidad y capacidad de adaptación.